En este punto de la geografía entre Colombia y Venezuela, a orillas del Río de Oro, en un lugar al que el capital internacional dirige su mirada depredadora, nos hemos encontrado comunidades y pueblos con el objetivo de fortalecer los lazos de hermanamiento de las víctimas-sobrevivientes de crímenes de Estado y procesos genocidas. Realizar este encuentro internacional de víctimas-sobrevivientes de procesos genocidas es una fuerte razón que anima la resistencia desde la Memoria Viva.
En la frontera colombo-venezolana se viene desarrollando una de las agresiones más cruentas del imperialismo contra los pueblos que luchan por su autodeterminación. Hace 25 años, las estructuras paramilitares con apoyo de las fuerzas represivas del Estado, realizaron una operación genocida con propósitos de reconfiguración de los territorios, imposición de monocultivos y profundización el modelo extractivista, afectando profundamente a la comunidad campesina de La Pista (Tibú), ubicada en el bajo Catatumbo, en territorio del pueblo Barí. El caserío lo habitaban cientos de familias campesinas e indígenas que durante décadas forjaron relaciones comunitarias de autonomía, economía y gobierno propios, agenciaron vías y un puesto de salud. Producto del terror militar-paramilitar, impuesto a través de asesinatos selectivos, torturas e incursiones, el lugar quedó despoblado; algunas familias sobrevivientes cruzaron la frontera siendo acogidos por el gobierno venezolano, otras, engrosaron los cinturones de miseria en las ciudades. Los ejecutores de los crímenes, al igual que los beneficiarios y en especial, los máximos responsables, nunca fueron investigados.
Las comunidades de esta región decididas a restablecer los lazos comunitarios, vienen trabajando en la construcción de procesos colectivos de memoria. Desde ahí surgió la iniciativa de convocar a pueblos del mundo que viven procesos de exterminio similares; convencidos/as de que solo el internacionalismo y la solidaridad nos permitirá fortalecer la lucha por un mundo justo.
Así, durante dos días, a orillas del Río de Oro, nos encontramos procesos populares, familiares de víctimas, campesinado, sindicatos, artistas, pueblos indígenas, defensores/as de derechos humanos, académicos/as e intelectuales organicos de varias latitudes, para reflexionar sobre la importancia política de la Memoria como antesala a verdaderos procesos de justicia y reparación.
En mesas de trabajo profundizamos sobre la heroica resistencia de los Pueblos Barí (en Colombia) y Mapuche (de Chile), sobrevivientes del colonialismo, las multinacionales y los Estados. Hablamos también de la situación actual del pueblo argentino, y la importancia de la disputa por la Memoria hoy, en un país gobernado por la ultraderecha, defensora de la dictadura genocida y promotora del negacionismo, que está decidida a profundizar la privatización y el extractivismo y a recortar el gasto social, sometiendo a grandes sectores de la población al desempleo, la precarización laboral y la pobreza.
Asimismo, gracias a la participación nutrida de organizaciones del pueblo hermano de Venezuela, varias de ellas conformadas por colombianas/os que traspasaron la frontera para protegerse de la arremetida paramilitar, nos acercamos a la realidad de un pueblo que resiste al bloqueo económico y el intervencionismo imperialista que busca el restablecimiento de la derecha en el poder estatal. Un propósito en el que paramilitarismo-mercenariato colombiano jugó en el pasado y juega actualmente un rol importante, y una apuesta en la que se han inscrito claramente los gobernantes de la derecha y la ultraderecha del mundo.
Desde la distancia, estuvo presente Palestina. Su bandera recorrió la rivera del Río de Oro, como símbolo de la resistencia, el internacionalismo y el profundo rechazo al genocidio contra este pueblo por parte del estado sionista de Israel con la complacencia de la “comunidad internacional”; lo que constata el derrumbamiento del derecho internacional, y en especial, de los mecanismos internacionales de justicia.
Los procesos populares y organizaciones de víctimas de Colombia presentes en el Encuentro, analizamos y llamamos la atención sobre la persistencia de distintas formas del paramilitarismo, que mantiene un fuerte control social en amplias zonas rurales y urbanas del país. En las ciudades actúa a través de prácticas de terror combinadas, mediante el uso de letreros y pasquines amenazantes, vigilantes nocturnos o grupos de “seguridad comunitaria” promovidos por las administraciones locales. En los territorios campesinos, por su parte se está fortaleciendo tanto la presencia armada como civil, intimidando y asesinando a las y los defensores del territorio, a la vez que repueblan y cooptan a otros sectores de las comunidades en sus “proyectos sociales”. Asimismo, expresamos nuestra preocupación por las últimas decisiones que en la materia de paz ha adoptado el Gobierno Nacional, pues marcan la continuidad y recrudecimiento de guerra y la militarización de la sociedad.
Identificamos que una de las luchas en común de nuestros pueblos, es por la Memoria viva, colectiva y transformadora contra el negacionismo de los crímenes de los Estado. Al profundizar en la caracterización de los distintos modelos represivos aplicados en el mundo evidenciamos que los procesos genocidas han respondido a los intereses capitalistas en determinados periodos históricos. Entender y desentrañar su objetivo estratégico impedirá su concreción.
Nos proponemos que este encuentro no sea uno más, sino que permita la ejecución y seguimiento del plan mínimo que colectivamente nos trazamos. Como propuesta se pretende continuar su realización, juntando procesos e iniciativas similares en la región, Colombia y el mundo que luchan por desentrañar los procesos genocidas y fomente la resistencia de clase.
Finalmente, reconocemos el esfuerzo de las comunidades campesinas y procesos populares de la región que durante meses prepararon este encuentro. Sin su entereza, este espacio no hubiese sido posible.
La Pista – Tibú, 20 de agosto de 2024
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