SIN DERECHO A AMAR

 

 

Carta abierta de las mujeres de la cárcel El Buen Pastor de Bogotá, ante un traslado injusto.

Llegar a este lugar no es difícil, a veces sólo hace falta equivocarse, o dejarse llevar. La mayoría de las veces es el hambre, de las hijas, de una madre. El hambre, la indignidad, la necesidad de sobrevivir, también la falta de oportunidades, la ignorancia.

Suficiente tenemos con estar privadas de la libertad. Vivir a diario con la certeza de no poder abrazar a la familia, con la imposibilidad siquiera de pensar en ir a comprar huevos a la tienda. Sabemos que tenemos unos derechos limitados, pero la mayor parte del tiempo sentimos que NO tenemos derechos, somos personas, gente, seres humanos sin derechos.

Dicen que la función de las cárceles es resocializar. A veces no entendemos qué quiere decir esto, ¿parecer normales en una sociedad enferma? ¿acoplarnos a la falta de oportunidades? Sin embargo, intentamos hacerlo. Asistimos a cursos en los que se nos habla de las redes de apoyo, de fortalecer vínculos, de aprender a convivir con personas diferentes.

El problema es que cuando lo hacemos, cuando aprendemos a amar, a compartir con las otras personas que también habitan aquí, cuando empezamos a hacer redes de apoyo, incluso aquí, en este inhumano lugar, nos lo prohíben. Nos sacan de traslado, nos separan de nuestros seres queridos.

Dicen que este gobierno es el del cambio, el de la escucha, el gobierno de la paz, pero en las cárceles sólo podemos vivir con miedo, con temor de que en una madrugadas entren personas con el poder de decir “tiene 5 minutos para empacar, se va de traslado” Esto, mientras otras 40 compañeras, amigas, parejas se tiene que quedar encerradas en medio del miedo también sin poder decir “adiós, te quiero, que tengas buen viaje”, sin poder abrazar a esa persona querida que se debe ir en silencio, sin hacer ruido, sin poder preguntar “¿por qué?”, tal vez nunca la volveremos a ver.

Hacemos un llamado urgente al INPEC, al Ministerio de Justicia, al gobierno del cambio para que escuche este clamor, esta palabra que estamos diciendo a pesar de y con el miedo que tenemos las personas que habitamos las cárceles, somos justo eso: PERSONAS.

No aguantamos más allanamientos y raptos en medio de las madrugadas, no soportamos más el hambre y las pésimas condiciones en las que habitamos estos lugares. No queremos más que, sabiendo que somos gente empobrecida, nos vendan alimentos a precios del Carulla. No somos capaces ya de vivir en medio de tanta negligencia y desidia; estamos presas de la ignominia.

Ser personas privadas de la libertad somos personas, y también tenemos derecho a amar y a ser amadas.

Equipo Jurídico Pueblos

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